El primer poema, de Carmen de la Torre (Carende) que ha inspirado esta recopilación de poemas.
ME CUESTA MIRARTE
Mar en otros lares
ocupas tus costas,
feroz y salvaje,
dejas cataclismos
en súbito avance,
mezclando a sus gentes,
en légamo y sangre
y aclaran el barro
sollozos de madre.
¡Dolores eternos
de almas errantes!
Siendo tú mi amigo,
mi paz y templanza,
mi corazón tiñes
de negra mirada
y azota tu envés
mi torso y espalda;
ahora te juzgo,
siendo mi amalgama.
¡Ay, mar qué me hiciste,
por ti, suspiraba!
Entregué en tu orilla
murmullos de tactos,
y embebió tu arena
nutridos quebrantos,;
de mi cuerpo y mente
libraste desgarros.
¡Tú, cómplice fiel,
de lutos callados!
Sobre tu oleaje
tejí fantasías;
siendo eterna musa
de versadas rimas.
Creé en tu infinito
un rincón de dicha,
donde yo, fui parte
del vergel de euritmia
y ensoñé mi final
libre, sin espinas.
Ay, mar traicionero,
En tu orilla incrédula,
se ciñen neblinas,
olas plañideras;
recuerdos sombríos
de avalancha ciega.
Más…, en la corona
de tu espuma quieta
anhelo rizarme;
¡por Dios que me cuesta!
Me seducen cantos,
me arrollan tus fuerzas,
Majestuoso mar
Vuelvo a tu ribera.
Carende
Mar en otros lares
ocupas tus costas,
feroz y salvaje,
dejas cataclismos
en súbito avance,
mezclando a sus gentes,
en légamo y sangre
y aclaran el barro
sollozos de madre.
¡Dolores eternos
de almas errantes!
Siendo tú mi amigo,
mi paz y templanza,
mi corazón tiñes
de negra mirada
y azota tu envés
mi torso y espalda;
ahora te juzgo,
siendo mi amalgama.
¡Ay, mar qué me hiciste,
por ti, suspiraba!
Entregué en tu orilla
murmullos de tactos,
y embebió tu arena
nutridos quebrantos,;
de mi cuerpo y mente
libraste desgarros.
¡Tú, cómplice fiel,
de lutos callados!
Sobre tu oleaje
tejí fantasías;
siendo eterna musa
de versadas rimas.
Creé en tu infinito
un rincón de dicha,
donde yo, fui parte
del vergel de euritmia
y ensoñé mi final
libre, sin espinas.
Ay, mar traicionero,
En tu orilla incrédula,
se ciñen neblinas,
olas plañideras;
recuerdos sombríos
de avalancha ciega.
Más…, en la corona
de tu espuma quieta
anhelo rizarme;
¡por Dios que me cuesta!
Me seducen cantos,
me arrollan tus fuerzas,
Majestuoso mar
Vuelvo a tu ribera.
Carende
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